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El hotel más alto de Cuba, una torre imponente de 42 plantas, 155 metros y una inversión estatal de 200 millones de dólares, abrió esta semana sus puertas prácticamente en silencio: sin publicidad, sin un gran acto de corte de listón y ni una sola mención en la prensa oficial.
5 de marzo de 2025
Lo que se anunció en 2018 como un gran proyecto terminó como una suerte de carga en el imaginario colectivo de un país que arrastra cinco años de profunda crisis económica, agravada por la pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadunidenses y errores en la gestión económica de la isla.
Es difícil encontrar un punto en el norte de La Habana desde el que no se divise a la distancia al nuevo buque insignia del sector turístico cubano, un gigante de cristal, hormigón y acero, con casi 600 habitaciones, que resalta entre los viejos, chatos y carcomidos edificios de escasas plantas y muchas décadas de vida que lo rodean.
El establecimiento, propiedad como todos los hoteles del país del conglomerado empresarial Gaesa -en manos del ejército- y gestionado por la cadena hotelera española Iberostar, ha sido señalado por sus críticos por ser una obra faraónica en un momento de escasez, apagones e inflación desbocada.
Agregan que el hotel, conocido como Torre K, es el paradigma del redoble en la apuesta gubernamental por la construcción de hoteles y la ampliación del número de habitaciones para captar divisas del turismo, pese a que las cifras de visitantes no acompañan desde hace años.
Fuente: MSN