Historia
El viajero argentino Andrés Salvatori cuenta intimidades de su paso por el célebre Lloyd de la capital neerlandesa. El edificio, además, fue centro de embarque a los inmigrantes que viajaban a América a principios del siglo XX
26 de septiembre de 2024
Vamos a visitar Ámsterdam, ciudad con muchas cosas que la caracterizan: canales, bicicletas, mucha libertad, el Barrio Rojo. Pero en realidad de lo que quiero hablar es de un lugar único dentro de la ciudad, un lugar con una historia increíble.
Para llegar hasta el sitio, viajo en auto, tras haber partido desde Brujas en Bélgica, y al llegar a la zona céntrica se presenta el mismo problema que en muchas otras ciudades europeas. Y en realidad que en muchas ciudades del resto del mundo: el tránsito. En el Viejo Continente el problema se incrementa, porque muchas de ellas tienen un centro histórico, con calles angostos, sinuosas, de adoquines, con curvas y callejones. Y en Ámsterdam buscaron una solución al problema desde dos puntos de vista: por un lado el tema de los estacionamientos; idearon lo que llaman el anillo, un perímetro que rodea al centro histórico y en el cual hay numerosos sitios donde dejar los autos. Hasta esos estacionamientos llegan los habitantes que viven en las afueras y dejan allí sus vehículos por precios muy baratos. Desde allí se toman el subte, muchas veces con sus bicicletas, arriba del servicio público.
Por supuesto que el que quiere circular en auto por el centro puede hacerlo, pero tendrá que prepararse para pagar tarifas elevadas, unas diez o quince veces más. Lo que hace que cierre el circuito es algo que quizás acá nos falta; el servicio público es impecable, los metros son puntuales, limpios, rápidos, seguros. Y entonces gente de todas las edades y de toda clase social los usa. Porque es mucho más fácil moverse con ellos que en auto.
El Lloyd actualmente es un hotel para turistas dirigido por artistas de Ámsterdam (@correcaminosmundo)
Con el vehículo llego al hotel, que por suerte tiene un parking donde dejarlo. Y el hotel es un lugar único, precisamente el tema del cual quiero hablar en esta nota. El tema empieza con una historia particular de por qué lo elegí. Ya había arreglado con otro alojamiento, pero días después me escriben desde el Lloyd Hotel, diciéndome que tenía que permanecer con ellos. Les expliqué que ya había convenido con otra gente, pero me volvieron a insistir, que la historia del hotel era justa para nosotros. Y cuando leí esa historia no dudé, le expliqué al primer hotel y finalmente nos fuimos al Lloyd.
La historia del Lloyd arranca en 1917, una época de crisis en Europa, momento en el que construyen el edificio como un hotel para inmigrantes, o mejor dicho para emigrantes, personas del este de Europa, de Rumania, de Hungría, de Ucrania, que se iban de sus países en búsqueda de nuevos horizontes. Y ese horizonte estaba en Sudamérica, en Uruguay y en Argentina. Y ahí terminé de entender la insistencia de que fuera allí, para poder contar esa historia.
Los inmigrantes provenían de lugares muy humildes, sitios quizás sin luz, con escasez de alimentos, que compraban el paquete completo para ir a Sudamérica. Llegaban en tren a Ámsterdam. Las formaciones se detenían frente al Lloyd. Primero permanecían en un edificio para aguardar en cuarentena, donde los revisaban, porque no tenían que padecer ninguna enfermedad que hiciera peligrar el ingreso al destino, porque esto sería una pérdida para la empresa. Luego se alojaban en el Lloyd propiamente dicho, en pabellones separados hombres y mujeres, no importando que fueran marido y mujer. Allí permanecían varios días, a veces semanas. Así perduró hasta 1930, época en la que la crisis mundial llevó a la empresa a la bancarrota.
Una imagen del edificio del Lloyd cuando fue prisión juvenil en la década del 60 (@correcaminosmundo)
Pero la historia no termina ahí. En Ámsterdam en esa época comenzaban a existir persecuciones de judíos. Entonces el hotel comenzó a ser un refugio contra el antisemitismo.
Años después en la Segunda Guerra Mundial, los alemanes controlaron la ciudad y comenzaron a darle un nuevo destino al Lloyd Hotel. En esa época, pasó a ser una prisión en el periodo quizás más nefasto del sitio. Terminada la guerra, los holandeses lo convirtieron en un refugio para colaboradores, un lugar secreto.
En 1968 cambiaría nuevamente el rol. Se convertiría en una prisión para jóvenes, la primera de ese tipo en Países Bajos, en un programa que en su momento fue revolucionario. En Ámsterdam, en esa época, era motivo de amenaza para cualquier chico: si te portabas mal, terminarías en el Lloyd Hotel. Y como el edificio no había sido diseñado para ser prisión se convirtió en ineficiente, frío, un lugar horrible. Permaneció así hasta 1986, momento en el que se vació.
Andrés Salvatori recorre las instalaciones del Hotel Lloyd (@correcaminosmundo)
Años después un grupo de artistas comenzó a trabajar para transformarlo en hotel, Y tras ocho años golpeando puertas, pudieron hacerlo. Y así surgió el actual Lloyd Hotel. Posee habitaciones de una a cinco estrellas, todo en el mismo edificio, variando sólo en el tamaño de los cuartos, en el baño que quizás es compartido y en el desayuno, Y todo está impregnado de arte, porque además de hotel, es una Embajada Cultural. Las habitaciones están diseñadas todas distintas. Hay algunas, por ejemplo la que ocupo, que tiene el baño entre un estar y la pieza, es decir que para ir de una sala a otra hay que pasar por el baño: otra tiene un piano, otra una hamaca paraguaya, y está una de apenas cuatro metros cuadrados. Una particular es para músicos, todo con colchones y las paredes aisladas acústicamente. El arte está en todos lados.
Permanezco tres días en el Lloyd, sorprendiéndome ante cada rincón que voy descubriendo. Apoyo mi mano en unos de sus muros remodelados. Me cuenta todo tipo de vivencias, esas que quedaron grabadas en una construcción que hace ya más de un siglo nos revela su increíble historia.
Fuente: Infobae