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El último verano del único hotel de Machu Picchu

La actual disputa entre el gobierno peruano y el gigante del lujo francés LVMH, pone en peligro la continuidad del Sanctuary Lodge

8 de julio de 2024

Bernard Arnault, el emperador del lujo, uno de los hombres más ricos del mundo, está a punto de perder una joya irremplazable de su exclusivo y poderoso imperio. Aunque su conglomerado del lujo, LVMH, se asocia generalmente con marcas como Dior, Luis Vuitton o Moët & Chandon, los intereses del grupo en el sector de los viajes de alta gama cada vez son mayores. Dieron un salto cualitativo a finales de 2018, cuando Arnault adquirió la marca Belmond, antigua Orient-Express. Con dicha multimillonaria compra, LVMH se hizo no solo con el legendario tren tan del gusto de Agatha Christie, también con un ramillete de pequeños barcos, ferrocarriles y hoteles boutique exclusivos, con personalidad y excelente servicio, la mayoría en soberbios emplazamientos en cuatro continentes y con historias míticas a sus espaldas. Entre ellos, cabe mencionar, el Cipriani, en Venecia; la Residencia en Mallorca o el Copa Cabana Palace, en Rio de Janeiro. Italia, donde arrancó la exclusiva colección, es uno de los platos fuertes de Belmond. El otro es Perú.

Viajar de la mano de Belmond por el país andino es asegurarse, sin ninguna duda, la mejor y más exclusiva experiencia que uno puede tener para descubrir un país tan fascinante. La marca cuenta con pequeños hoteles en los principales puntos del país, incluidos Lima, Valle Sagrado, Cuzco y Machu Picchu. Dispone también de un tren similar al Orient Express, el Andean Express, el primer tren de coche-cama de lujo de América, y el Hiram Bingham, que cubre el trayecto entre Cuzco y Machu Picchu. Un recorrido por un paisaje fascinante, aderezado, naturalmente, con el omnipresente pisco sour, música en vivo y buena gastronomía.


Hotel Belmond Sanctuary


Precisamente el mítico explorador norteamericano que da nombre al tren está también en el origen del pequeño y exclusivo hotel Sanctuary Lodge, esa joyita del fabuloso imperio de Arnault que ahora peligra. El único establecimiento sito en la ciudad perdida nació en realidad como unas cabañas básicas para los primeros guardianes de Machu Picchu, poco después de que el explorador hawaiano Hiram Bingham descubriera la ciudad perdida de los incas en 1911. Durante décadas, las sencillas dependencias sirvieron a modo de campamento base para personal relacionado con las excavaciones y labores relacionadas hasta que, en 1950, el gobierno peruano decidió construir un hotel en el lugar, principalmente en beneficio de investigadores y guardias, pero en el que también se recibía y alojaba a visitantes VIP, visitas oficiales, etc, dada su posición clave y la falta de alojamiento cercano.


Hiram Bingham


Entonces, como ahora, hay que hospedarse en Aguas Calientes, a 9 kilómetros de la ciudad perdida. Dada la orografía y la imposibilidad obvia de construir cerca del recinto. En 1995, dicho alojamiento se acondicionó adecuadamente como hotel para pasar a formar parte de la lujosa colección de Orient Express. Se abría así un lugar único, que permitía la posibilidad de alojarse a la puerta misma de una de las maravillas del mundo. Desde entonces, y pese a sus altos precios, el hotel ha pasado a ser uno de los más difíciles de reservar en temporada alta. Tan solo 31 habitaciones y suites que, pese a su sencillez, alcanzan un precio por noche en torno a los 2.000 euros.


Orient Express


La concesión se firmó a favor de Orient-Express, rebautizada como Belmond en 2014, por un periodo de 25 años, lo que significa que está próxima a concluir y precisamente en un contexto poco favorable para la poderosa empresa concesionaria. El gobierno de Cuzco ya ha manifestado públicamente su intención de no renovar la concesión, de cerrar el hotel y de reconvertir el exclusivo alojamiento en un centro de interpretación de la antigua ciudad sagrada de los incas. Hay quien habla claramente de demagógico y populista este planteamiento en el que en realidad subyace, un enfrentamiento político de calado entre el socio de Belmond en Perú, el alcalde limeño López Aliaga, y las autoridades locales y nacionales. Un conflicto con pocos visos de llegar a un acuerdo dado el radical enfrentamiento entre ambas partes. Según declaraciones del gobernador de Cuzco a la prensa local, el cierre del hotel y su reconversión surge como respuesta a la necesidad de «maximizar el beneficio social y cultural» de la ciudadela en contraposición a las «dinámicas más comerciales» ahora imperantes. Hay quien considera que, dado los altísimos beneficios que genera un alojamiento de estas características, tan exclusivo y único en el mundo, podría encontrarse alguna fórmula para que siga abierto y que la riqueza que es capaz de generar revierta en la mejor conservación de la ciudadela. ¿Para qué matar a la gallina de los huevos de oro?

Belmond mantiene el asunto en perfil bajo y prácticamente no ha trascendido el posible cierre, que, de seguir así las cosas, se producirá a primeros de 2025. Desaparecía así un hotel único en el mundo. Si es de los afortunados que no reparan en gastos, tal vez se pregunte si merece la pena desembolsar 2.000 euros la noche y convertirse en uno de sus últimos privilegiados huéspedes. La indiscutible baza ganadora del Belmond Sanctuary Lodge es que hace que sus clientes alojados se olviden de su condición de meros turistas en uno de los destinos más codiciados por viajeros de todo el mundo. Sentirse parte de semejante escenario durante un par de días es caro o no tiene precio, según se mire. Al disponer de una habitación propia junto a la ciudadela, la mentalidad del visitante es completamente distinta, también su experiencia. Uno puede levantarse al amanecer, antes de que lleguen los grupos de turistas desde Aguas Calientes, y ver cómo sale el sol entre esas ruinas sin nadie alrededor. Después de una buena siesta en su suite (la 40 es sin duda, la mejor) uno puede volver cuando ya se han retirado los últimos visitantes, obligados a coger el transporte colectivo autorizado para acceder a Machu Picchu.


Hotel Belmond Sanctuary


En la noche oscura, a dos mil quinientos metros de altitud, sin ruido y ni una sola luz a su alrededor, con este aurea de misterio que desprende el soberbio paisaje, la estancia es toda una experiencia inolvidable. La auténtica sensación de encontrarme «au dessu de la mêlée» en el Machu Picchu se vive en la pequeña poza al aire libre que tiene el hotel en medio de una ladera, camuflada en su extraordinario jardín de orquídeas minúsculas y árboles de bosque tropical. Con el recinto cerrado al público, no hay más que el silencio y la estampa rotunda del Huayna Picchu como mejor invitación para pensar en el imperio precolombino más grande de América.

El hotel, en la lista de sueños de los muy viajados, al menos mientras siga existiendo, tal vez vive su último verano y sea en este momento la pesadilla de uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Sueños y pesadillas de un hombre que hace años adquirió por 13.000 millones de euros la mítica joyería Tiffany and Co, que sumó a su imperio. Curioso guiño del destino que, al menos por unos años, tanto Sanctuary Lodge como la mítica joyería hayan estado en manos de la misma persona. Hiram Bingham, conviene recordar, además de sus conocimientos arqueológicos como profesor de la Universidad de Yale, tenía una carta guardada en la manga para convertirse en el «primer descubridor» de Machu Picchu: la enorme fortuna de su mujer, heredera de Tiffany and Co. No sabemos, por ahora, el final de esta historia, pero sin duda reúne todos los ingredientes para hacer una buena serie televisiva.

Fuente: El debate