Turismo
San Rafael convoca a turistas de todas partes del mundo, invita a la aventura y sorprende por su historia de "cacicas" y colonos.
3 de junio de 2024
Mi estadía en San Rafael, Mendoza, arranca por El Pinar de la Caballeriza, de Laura Sanz y Guillermo Rosales. Es una gran casa de campo con cuatro habitaciones. Llego de noche y aún no puedo apreciar la pista de caballos, la cantidad de árboles, la pileta en una de las esquinas y la galería con mesas y sillones hamaca. Laura y Guillermo son muy serviciales. Qué grato es encontrar anfitriones así durante un viaje, alguien que recomiende buenos restaurantes, te recuerde que hay que llevar abrigo a las excursiones, te acerque el teléfono de un taxi de confianza. Al día siguiente, ella me pregunta si voy a querer huevos revueltos hechos con los que ponen las gallinas del corral del fondo. Mientras me siento a la mesa del desayuno, suena un disco de bossa nova, llega el café caliente en la vajilla de porcelana que era de su abuela. Dos noches estaré en El Pinar de la Caballeriza y dos en La Caballeriza, al final del viaje, la otra posada que tienen y que antiguamente era el lugar donde estaban los caballos de Guillermo. En 2003 los trasladaron a una zona menos céntrica, ubicada a pocos metros del aeropuerto, que es donde se emplaza El Pinar de la Caballeriza, para los amantes de la equitación, o para los que son como yo, y gustan de mirar los caballos en la pista.
Allá lejos y hace tiempo
San Rafael es la segunda ciudad más importante de Mendoza, conocida como la capital del turismo aventura, y existe desde 1805. Se fundó con el fuerte San Rafael del Diamante, construido a orillas del río Diamante, en Villa 25 de Mayo, 25 kilómetros al oeste de donde se encuentra ahora. En ese entonces, hubo una cacica fundadora. María Josefa Roco, bautizada como María Josefa por la iglesia católica, y nombrada "cacica" por su abuelo, el cacique Güentemao, fue una pehuenche singular de principios del siglo XIX. Cuando su tribu se enemistó con los puelches, viajó a Buenos Aires a pedirle al marqués Rafael de Sobremonte -a quien había tratado cuando era gobernador en dos ocasiones- que construyera un fuerte que ayudara a detener la guerra. En el fuerte San Rafael del Diamante sucedió la primera fundación de la ciudad de San Rafael, de la mano de esta cacica que hablaba español, sabía catequismo y conocía los secretos de la montaña. María Elena Izuel, la historiadora sanrafaelina que estudió su vida, escribió: "se lanzó hacia La Pampa sin pensar en los peligros, que eran muchos... pantanales y tembladerales, animales como jaguares y leones... partió acompañada de su hermano Caripan, sus sobrinos... algunos conas y dos o tres soldados". Llegó a orillas del Río de la Plata a principios de octubre de 1804.
Monumento al General San Martín en la plaza de San Rafael.
Damian Liviciche
Sin embargo, hay un rival en la historia: Rodolfo Iselín, un francés pionero y acaudalado, que llevó de Europa a Mendoza 200 inmigrantes -franceses, italianos y ucranianos- y fundó una colonia en 1885. Además, plantó viñedos, creó la primera bodega al sur de la provincia, Bodega La Abeja, y consiguió que se construyeran 190 kilómetros de vía férrea y 23 estaciones; desvió ríos y llevó el primer médico a la zona. Para el año 1903, el fuerte San Rafael del Diamante contaba con 2.000 habitantes y la colonia fundada por Iselín con 4.000. Por esta razón, se decidió trasladar la ciudad al lugar donde estaba la colonia. En 1910, Rodolfo Iselín figuraba en los libros del Centenario como uno de los diez empresarios más importantes de Mendoza.
Viento y dunas
Mi primera gran excursión por San Rafael requiere un cambio de planes. Me entero cuando me llama Gabriela Renard, una de las dueñas de la agencia Sierra Negra, junto con Iván Castañeda. Con ellos haremos uno de los paseos más hermosos del viaje. Pero hay una condición que debe darse para que la experiencia sea aún mejor: no tiene que soplar una gota de viento. Iremos a Laguna del Diamante, el mayor reservorio de agua de la provincia, una laguna que cuando está serena, quietísima, refleja en sus aguas el volcán Maipo. Y, cuando esto ocurre, entre el volcán y el reflejo se forma una figura romboidal igual a un diamante de inmensas dimensiones. Gabriela dice que para el día siguiente se pronostican ráfagas de 80 kilómetros por hora, sugiere que modifiquemos el encuentro. La escucho, sé que tiene razón, también que tendré que hacer malabares en la agenda.
Momento adrenalínico en las Dunas del Nihuil.
Damian Liviciche
Luego de reprogramar la salida a Laguna del Diamante, a las ocho de la mañana me encuentro en la agencia Diamante Viajes, para vivir un día de adrenalina y aventura. Iremos a las Dunas del Nihuil, un gran mar de médanos en un área de 30.000 hectáreas. Por aquí es por donde primero pasa, cuando sopla, el viento zonda. Nuestro objetivo es llegar temprano, no por el viento, sino por el sol, para que podamos hacer sandboard sin que tengamos que correr a buscar sombrita. Esto quiere decir, sentarme en una tabla y bajar por la pendiente de una enorme duna a toda velocidad. Somos varios y cada vez que uno desciende se oye un grito de entusiasmo que se va alejando.
El Cañón del Atuel es muy bonito.
Damian Liviciche
Cuando regresamos al ómnibus que cruzará el gran Cañón del Atuel, una 4x4 atraviesa el arenal, acelera y sube hasta lo alto como si fuera una escena de Misión imposible. El Cañón del Atuel, ubicado en Valle Grande, comienza en la Garganta del Diablo. Allí se construyeron cuatro centrales hidráulicas, cuatro diques. El más antiguo data de 1947; es el dique El Nihuil. La geografía es asombrosa y multicolor, según el tipo de mineral que predomine en la roca. Descendemos para hacer rafting por los saltos del Atuel.
No es la única propuesta posible en este lugar que concentra variedad de actividades, según me explica Pablo, de la agencia Saint Joseph. Si el tiempo acompaña, hasta las cinco de la tarde se pueden hacer todos los deportes: puentes tibetanos, rapel, tirolesa, catamarán, canotaje. Después nada quedará abierto porque está pronosticado viento zonda, y Pablo ordena que cierren las instalaciones. Es así, de un minuto a otro puede cambiar, pero, por ahora, hay un sol deslumbrante.
Rafting en el río Atuel, en San Rafael.
Damian Liviciche
Somos unas diez personas en la balsa de rafting. Sin embargo, el guía espera a un integrante más: Batata, un perro que parece hacer rafting a diario y que se acomoda entre piernas y remos. El agua del río tiene temperatura cálida, hay sauces a la vera, las ramas bajas tocan la superficie con sus hojas. Batata camina hasta la parte de adelante y apoya sus patitas en la goma. Todos nos reímos, no podemos creer la parsimonia de este perrito. Yo busco mi teléfono de un sobre estanco que me dieron y encuadro a Batata; creo que he conseguido la foto más divertida de mi estadía en Mendoza. Y, entonces, sí, nos lanzamos a bajar por el río en una refrescante y adrenalínica actividad que es un imperdible de esta localidad.
Lujo y buen vino
Sobre el final, llega el momento hedonista del viaje. Voy a hospedarme en Algodon Wine Estates, palabras mayores en hotelería de lujo a unos 15 kilómetros de San Rafael. Tiene bodega propia, el restaurante gourmet Chez Gaston -a cargo de Gastón Langlois- y habitaciones amplias con terraza y salida privada al parque. El predio abarca 1.600 hectáreas, siete canchas de tenis y tres reservorios de agua que utilizan para el riego de las plantaciones de vid y los nueve hoyos de la cancha de golf. Proponen paquetes de tres o seis días que combinan masajes, degustaciones y actividades deportivas, según el interés de cada huésped. El ambiente es sofisticado, pero muy sobrio. Gastón es egresado del IAG, trabajó en las cocinas del Four Seasons y de La Bourgogne, entre otras, y desde 2007 está radicado en Mendoza, al frente de la propuesta del restaurante que lleva su nombre. Con productos locales, un asador criollo -que es el protagonista especial los domingos- y un horno de barro, despliega su arte con maestría, también para comensales no hospedados (con reserva previa).
La propuesta gastronómica de Chez Gastón Restaurant at Algodon Wine Estates es superlativa.
Damian Liviciche
Las nueve habitaciones están decoradas en tonos crema, grises, con algún detalle en negro. Combinan piedra y madera y permiten que el entorno natural participe del clima de bienestar general. Por todo eso, Algodon fue seleccionado por la guía Michelin como hotel recomendado y es el elegido de muchos turistas extranjeros que lo conocen en Buenos Aires, cuando se alojan en su par porteña, la Algodon Mansion de Recoleta. Al terminar mi copa de Pima, el vino icono de la línea premium de la bodega, regreso feliz a mi habitación. Es el final del viaje y necesito una sola certeza: que el viento deje de soplar. Mañana a las seis y media me pasará a buscar Iván Castañeda, de la agencia Sierra Negra, para viajar a Laguna del Diamante.
Salimos al día siguiente, cuando todavía es de noche. Son cuatro horas por el departamento de San Carlos y en el camino veremos guanacos y zorritos; varias veces, le pediré a Iván que frene para bajarme y sacar fotos. Laguna del Diamante tiene, aproximadamente, 7 km de longitud y 14 km2 de extensión. Allí nace uno de los ríos más importantes, el río Diamante, en la Pampa de los Avestruces. Iván cuenta que el fondo de la laguna, de roca intrusiva, es el cráter de un volcán que se extinguió en el período Cuaternario. Luego de la intensa actividad volcánica se cubrió con agua de deshielo. Sé que está diciendo algo fascinante, pero la historia de Henri Guillaumet, el aviador francés amigo de Antoine de Saint-Exupéry, me hace abrir más los ojos. Un hombre que cayó con su avión en la ladera de la laguna y consiguió sobrevivir a las inclemencias del tiempo, versión algo menos épica, pero igual de imposible que la del avión de los uruguayos, accidentado en el Valle de las Lágrimas. La conversación salta de un tema a otro. Me pregunta qué imagino cuando escucho la palabra "Mendoza": bodegas, vinos, ríos, acequias, viento caliente y clima seco. "Montañas", digo sin dudarlo, mientras un guanaco corre del otro lado de la ventanilla.
El volcán Maipo en Mendoza, que es zona de volcanes y aventura.
Guadalupe Faraj
El camino serpenteante se acerca a la joyita que fuimos a buscar: el diamante. Cuando llegamos hay autos estacionados, una hilera de hombres pescando en la orilla, una pareja tomando mate frente al enorme volcán Maipo. No hay viento, parece que lo conseguimos. Me acerco despacio como si cuidara que no despierte alguien dormido, y a medida que avanzo una figura clara y visible aparece en el agua. Estoy entre incrédula y feliz. El diamante se ve perfecto, es un rombo hecho de volcán, nieve de su cumbre y agua traslúcida. Iván está contento, sé que quiere contárselo a Gabriela, ¡vimos el diamante! Pero ahí no sólo no hay viento, tampoco hay señal de internet. Entonces se dedica a preparar el almuerzo, y yo que pensé que había llegado al tope de mi asombro, me doy cuenta de que falta algo más: lo que Iván y Gabriela pensaron para mí. Mantelito cuadriculado, empanadas caseras y ¡calientes!, malbec mendocino y guiso de cordero. Nada más puedo pedir, todo ha salido bien. Me siento en una silla plegable, tomo la copa con vino, la alzo y agradezco a mi Dios mendocino: "Gracias, zonda, por no haber soplado hoy". En ese instante, una brisa suave empieza a correr y el diamante desaparece como por arte de magia.
Datos útiles
Dónde dormir
La calidez y buen gusto de las habitaciones en El Pinar de la Caballeriza.
Damian Liviciche
Los platos de Chez Gastón Restaurant at Algodon Wine Estates están diseñados con creatividad.
Damian Liviciche
Dónde comer
Paseos y excursiones
Almuerzo preparado por Iván Castañeda de la agencia Sierra Negra, en la Reserva Laguna del Diamante.
Guadalupe Faraj
Por Guadalupe Faraj
Fuente: La Nación