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Yanai. Mirame mejor...

Por Roberto Salvi.

30 de octubre de 2023

Para todos fue una sorpresa, y para mí más, como gerente del complejo, pues no tuve en cuenta su estilo, según aprecié cuando comenzamos a trabajar juntos. Una nueva integrante del equipo daba muestras de un don tan especial.

El selector de RR.HH me dijo que subió la carpeta de la postulante a Elena, la Directora de Talento y Cultura, para cumplir con su pedido. No había tenido la entrevista de rutina, tampoco el trabajo de orden interno establecido y conocido para ese sector. Sencillamente pasó el legajo con los antecedentes.

Trabajamos en Yacutinga Lodge, un complejo de naturaleza pura, ubicado en la selva misionera en Argentina. Está implantado en una reserva natural de 600 hectáreas donde se cuida intensamente el medio ambiente y sus recursos. Seleccionar personal para trabajar aquí no es fácil, pues las energías propias del lugar pueden ser muy intensas para algunos.

Nuestra nueva compañera, de caminar lento, casi flotante, se retiró acompañada personalmente por la directora. Comenzaría en pocos días su labor de anfitriona, por lo que aún no se había cumplido la tarea de presentación a todo el staff. No sabíamos de esa búsqueda por parte de la empresa con el fin de agregar un nuevo rol en nuestro servicio de hospitalidad.

Le pedí a Tucho, el selector, la carpeta de antecedentes para ir conociéndola. En su carta de presentación menciona a sus ancestros, oriundos y afincados en la selva ecuatoriana de lengua quechua. Agrega que este legado está vigente en toda la rama genealógica y que vibra en su interior. No tiene antecedentes de haber trabajado en hotelería ni en ninguna actividad comercial. También se describe como una gran cocinera. Habla quechua perfectamente y castellano. Yanai, su nombre de pila, 70 kilos, 1,69 mts de estatura y de la foto surge tez oscura, pelo negro intenso, ojos verdes. Un rostro muy especial. Ideal para su puesto de anfitriona y, verdaderamente, muy apropiado y cautivante. Su presencia nos creó cierta expectativa dado que la Directora había dicho que dependía de ella en forma directa.

En la fecha de conmemoración de los ochos años de la apertura de Yacutinga Lodge y con una sencilla ceremonia, Yanai fue presentada a todos y se sumó al trabajo como anfitriona.

Cuando miré su legajo no me fijé su fecha de nacimiento, pero estimo que tiene 30 años, edad que finalmente corroboré. Me acerqué primero a darle la bienvenida y desearle que se encuentre integrada y a gusto con todos nosotros. No me respondió. Mejor dicho no fue una respuesta con palabras sino con dos gestos que expresan simpatía y alegría sumamente claros para, en silencio, darse a entender. Pude comprender su mensaje y la calidez de respuesta. No tuve que preguntarle nada.

Elena, la Directora de Talento y Cultura, me contó que desde muy chica y hasta sus 20 años, Yanai estuvo en la selva ecuatoriana con su familia. Caminaban por montes muy cerrados habitados por animales, algunos salvajes. Su familia vivía, en gran parte, de la caza y la pesca. A ella le enseñaron a comunicarse en voz baja o preferentemente, responder con señas y gestos. Silencio y movimientos suaves, por lo que había desarrollado un don especial: su expresión facial.

Para esta alternativa contaba con una ventaja que la ponderaba más allá de la media normal. Su rostro era fresco y natural con ojos vibrantes, cambiando de suaves a intensos según los momentos y circunstancias. Siempre se comunicaba y el mensaje transportaba entendimiento. Su nuevo rol de anfitriona le daba perfecto.

Al otro día, y dentro de la jornada laboral, todo el equipo comenzó a interactuar con ella. Los huéspedes no sabían bien su función pero ella tomaba siempre la iniciativa ante una pregunta o necesidad de orientación. Su forma tranquila daba paz a todo el entorno. No se sentía. Se la veía.

El estar con ella era sumergirse en algo nuevo, placentero y tranquilo. Increíble verla conjugar, unas pocas palabras con sus ojos, gestos y silencios largos, entre un momento y otro. Parecía dominar con la mirada receptiva cada situación, más aún, cuando fue reconociendo y adaptándose a sus nuevos espacios. Cada lugar le había dado la bienvenida.

Yanai se expresaba con sus ojos en todo momento, en ellos estaba su aprendizaje en la selva o lugares muy expuestos al peligro. Su pestañeo superaba a sus palabras. Todos la comprendían perfectamente y ella prefería mantener así su comunicación. Una situación poco esperada para una anfitriona pero superada con creces. Un claro lenguaje de expresión visual.

Hemos aprendido mucho de ella, vivido y compartido situaciones cambiantes y algunas difíciles, pero ella siempre tiene una mirada para cada una de las situaciones que la hacen tan expresiva como locuaz. Su don y magia están vigentes.

Cuando se encuentra con alguien, ella prefiere decir en voz muy baja: Mirame mejor...


Yanai, Mi Amada, en quechua.